¿Por qué cargamos en la Semana Santa de Popayán?
Por ser carguero de las procesiones de Semana Santa de Popayán, muchas veces me han hecho esa pregunta, o alguna parecida; la verdad es que surgen varias respuestas y pueden ser tan diversas las razones en cada caso que seguramente van desde lo más mundano, como la posibilidad de salir en televisión o que alguien los reconozca al pasar bajo las andas, hasta lo más religioso o espiritual (que no son la misma vaina), como expiar los pecados, conectarse con Dios o realizar un sacrificio penitencial por alguna intención particular; pero sea cual fuere la razón, empecé a pensar en los diversos momentos que tiene la celebración en la Ciudad Blanca, que duran todo el año y que empiezan (o terminan, aún no lo he podido aclarar) con la procesión de la Virgen de los Dolores, el viernes inmediatamente anterior al Domingo de Ramos.
Durante todo el año hay actividades, por lo que las escasas tres horas que pasa un carguero bajo su paso se convierten, al final de cuentas, en algo marginal frente a todo el tiempo, dinero y esfuerzo que se le ha dedicado el resto del año: limpiezas, traslados, restauración, arreglos, guardado, brillado, revisiones, enfuerces, desenfuerces, bingos, bonos, mausoleo, elecciones de junta, pregón, misas, retiros espirituales, sancochos, rifas, cotejas y hasta velorios ocurren entre un domingo de resurrección y el día de la alcayata del año siguiente; y es tal vez en todo ese conjunto de actividades, en esos momentos de encuentro donde se teje la verdadera razón para mantener esta tradición de más de 460 años, porque es en esos momentos donde realmente se comparte, se alaba y se critica la participación en cada procesión, en cada cuadra y en cada jurgo; es ahí donde está la tradición oral e inmaterial que nos reconoció la UNESCO y que nos reúne al rededor de cada uno de esos momentos como la disculpa perfecta para volver a repasar anécdotas, personajes y hasta leyendas, si no me cree reúna dos o más cargueros y en menos de lo que imagina ya estarán hablando de Semana Santa, su principal tema en común.
La Semana Santa de Popayán no dura cinco ni siete días, es permanente como la Junta que vela porque se mantenga, la misma que se reúne cincuenta veces al año para que esos escasos diez días que atraen a propios y extraños salgan a la perfección, y digo diez días porque los ‘semanasanteros’ que no estamos allá, hacemos hasta lo imposible para llegar desde el Viernes de Dolores y no regresarnos hasta el Domingo de Resurrección, eso sí, después del medio día.
Yo creo que los cargueros de la Semana Santa de Popayán cargamos porque si no lo hacemos nos vamos a perder de las otras 51 semanas, porque nos gusta ser parte de las historias que contamos, que escuchamos y mantenemos a través del tiempo; porque queremos llevar en hombros una tradición que nos hace únicos, pero repetibles en las siguientes generaciones que crecen escuchando las historias y queriendo ser parte de ellas; porque en el fondo queremos que nos recuerden como a Don Otón Sánchez, a los Hermanos Durán, a Don Livio o a Don Higinio Paz; porque ser carguero es ser parte de la historia, de la que se vive con orgullo y se cuenta con alegría, pero que no se puede tocar.